Unos a otros se juzgan diciendo que el otro es más por haber estudiado en los métodos y sistemas educativos implementados de forma estatista, religioso o particular que a su vez son igualmente de ofensivos para la vida misma de un pequeño ser que tiene que inciar su aprendizaje de letras y números sentado en un pupitre, encerrado en un cuarto y hasta limitado para hacer sus necesidades fisiológicas. Se les enseña a repetir, a obedecer y a ser manipulados con chantajes calificativos y emocionales desde la escuela y hasta casa, cuando se le cataloga a un pequeño de inteligente o tonto por sus calificaciones. Hasta se llega a creer en los slogans del estatismo que les invitan a creer que la educación tal y como está va a cambiar al mundo, cuando ciertamente la educación es la que cambiaría al mundo, pero cambiándola totalmente en esencia. Desde la educación en las escuelas, hasta la educación de los educandos de un niño, que por lo regular son los que más necesitan re-educarse.
Pequeños que nacieron para ser libres son condenados a llevar pesadas mochilas con libros y cuadernos, en horarios donde muchas veces hace demasiado frío por las mañanas. Obligados a llevar una rutina de vida, que más bien es cuando empieza la muerte. Adiestrados para ser futuros trabajadores. Ahí es donde el niño deja de ser niño y empieza a ser cautivo en su mente, presa del ego, aprendiendo lo que le hacen creer que es y obedeciendo todo un manejo emocional que termina en destruír la esencia de vida y de la verdad.
Quienes creen que la educación tal y como está es importante y es buena, son personas que siguen obedeciendo, ya se olvidaron de sí mismos, de ser aquellos niños felices e inquietos que todos somos cuando nacimos y que tenemos cada uno distintas maneras de ser, pero que en el fondo ignorantemente somos presas de una creencia colectiva de creer que somos lo que no somos ante la negación de la naturaleza de vida que es siempre libertad.
Pejecita Amor
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